Sus pasos descalzos cambiaron la danza
Cada vez que me enredo con la bufanda o los cables de los auriculares no
puedo evitar pensar en Isadora Duncan y hacer una broma de humor negro.
Desde muy pequeña me impactó el relato sobre la escena que le quitó el
aire para siempre. Sé que vi algún ballet que lo contaba. Creo que era
una creación de Maurice Bejart para Maya Plisetskaya.
Pero no tengo pruebas.
Cuando anduve por París unos años atrás no pude evitar ir en busca de su
tumba en el Cementerio de Père-Lachaise, mientras otros buscaban la de
Jim Morrison.
Pero en verdad soy de las que prefiere acordarse de la gente en el día
que nació. Isadora nació un 26 de mayo de 1877. Si todos fuéramos
eternos, hoy cumpliría 137 años.
En los 50 años que anduvo pisando el planeta tierra, sus pies la
trajeron a Buenos Aires en 1916. Nosotros llevábamos apenas 100 años
como país independiente. No todos entendieron tanta independencia en un
cuerpo de mujer. Y así lo cuenta Eduardo Galeano en Memoria del Fuego
III: El siglo del viento.
1916-Buenos Aires
Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina,
Isadora Duncan baila el himno nacional.
Una noche comete esa osadía,
en un café de estudiantes de Buenos Aires y a la mañana siguiente todo
el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias
devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión
inmediata de esta pecadora norteamericana
que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios.
Isadora no entiende nada.
Ningún francés protestó cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo
por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar
una idea,
¿por qué no se puede bailar un himno?
La libertad ofende. Mujer de
ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela tradicional,
el matrimonio, la danza clásica, y de todo lo que enjaule al viento.
Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere,
y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.
Esta mujer libre dejó muchas huellas en la danza mundial. Algo de su
estilo nos llega hasta hoy a través de del coreógrafo inglés Frederick
Ashton, que creó una versión "isadoresca" de unos bellos valses de
Brahms.
La directora del English National Ballet, Tamara Rojo nos trajo su emoción al Teatro Colón, en 2013.
Fuente: http://sobresaltosypasos.blogspot.com/2014/05/sus-pasos-descalzos-cambiaron-la-danza.html